Relaciones padres-hijos

Recibo a menudo cartas de jóvenes que me empiezan diciendo que algo en su interior está cambiando, que necesitan realizar una labor significativa, pero que desconocen por donde empezar. Algunas de esas personas son adolescentes, casi niños y hay en ellos una fuerza, una determinación, un afán de conocimiento, que permite desatar todos los entusiasmos.

Si, tenemos que hacer algo importante, es urgente que lo hagamos ya, porque el mundo apenas puede soportar ya más peso del que ya aguanta.

Es contraproducente vivir la espiritualidad de una manera pasiva. Es preciso que nos fijemos el objetivo de cambio del mundo, cambiar la sociedad, la forma de vivir, sobre todo los valores falsos sobre los que se sustenta. Pero debemos tener clara conciencia de que nada de esto cambiará si nos limitamos a pronunciar discursos, a escribir alegatos, a predicar y difundir un saber teórico. Es en nosotros mismos que el mundo debe empezar a cambiar, ya que todo seguirá igual si somos incapaces de predicar con el ejemplo.

La tarea es ardua, los valores se encuentra tan alterados, que el error aparece a menudo bajo los ropajes de lo correcto, y lo correcto se disfraza de error. Hay catedráticos, doctores, profesores, eminencias que, agrupados por la aureola que les facilita su saber mundano, proclaman solemnemente la bondad del error, induciendo a caminar al revés a una sociedad desorientada. Esas falsas luces son, desgraciadamente, las que marcan camino.

¿Cuál es la vía acertada? ¿Dónde está el error? Vamos a tratar de poner alguna señal en el camino. Y para empezar, quisiera dirigirme en particular los jóvenes, a esos jóvenes que nos escriben llenos del fuego sagrado. Quiero enfocar estas líneas especialmente ellos, porque se encuentran en una edad en la que aún han establecido pocos compromisos, pactos, consensos con un mundo que marcha peligrosamente fuera de la ley, como un auténtico forajido. Los que se encuentran en la edad madura, ya han contraído muchas responsabilidades que los atan a una situación quizá injusta, pero si se liberaran de ella cometerían una injusticia aún mayor, porque todo el tinglado de su existencia está montado alrededor de su error. Los jóvenes tienen las manos mucho más libres y les resulta más sencillo decir "no" en un momento dado.

La primera tarea de un adolescente, consiste en vivir armoniosamente con sus padres. Los padres se encuentran otro nivel generacional y simbolizan, para los hijos, el nivel superior espiritual. Que nadie entienda aquí que los padres son entidades más espirituales que sus hijos -a menudo es lo contrario-, pero representan para los hijos su estado de relación con la espiritualidad, de manera que la discordia entre padres e hijos significará que esa desavenencia existe igualmente entre el hijo y el padre divino o fuente primordial de la vida.

Así pues, los hijos que dicen "es imposible entenderme con mis padres", están escenificando un malentendido con la divinidad e indicando (de forma simbólica) que para conectar con las fuerzas espirituales requerirán de circunstancias dramáticas o difíciles. Pero si existe una buena relación, será indicio de que la conexión con la espiritualidad vendrá una manera natural y armoniosa.

Muchas personas llegan a la espiritualidad por caminos dramáticos, después de ser objeto de agresiones, evasiones, privaciones libertad, accidentes, amenazas, enfermedades y mil avatares. Esos itinerarios pueden estar marcados en sus mapas del cielo (carta astral) por la posición de un sol ensombrecido, pero muchos de sus dramas podrían ser evitados, si inicialmente decidieran realizar un esfuerzo para comprender y amar al padre físico, como representante de una espiritualidad inscrita en su vida.

A veces es difícil amar a los padres, porque su imagen está asociada a todo tipo de errores, pasiones, violencias. Pero el hijo que es víctima de una situación difícil debe saber que casi nunca se debe a una casualidad, sino (probablemente) al hecho de que en anteriores encarnaciones ha podido utilizar sus poderes espirituales de una manera arbitraria y el modo de ser de su padre le anuncia que le espera una vida en la que será víctima de la arbitrariedad. Si a través de sus padres, él busca la manera de superar lo arbitrario, de neutralizar esa fuerza hostil y crear la armonía donde existe el conflicto; si a pesar del modo de ser de sus padres él consigue establecer la concordia, ello supondrá haber conjurado los peligros de una vida difícil. De manera que las buenas relaciones entre padres hijos son la mejor garantía de estabilidad y felicidad en su existencia.

También es importante subrayar que cuando alguien trata de evadirse de la relación con los padres, puede encontrarse que el símbolo que ellos representan, pase al marido o la esposa, cuando se case; y en la vida profesional, se puede encarnar igualmente del patrón, y en la vida civil y política en la autoridad administrativa, ya que en el fondo corresponde a una realidad que la persona debe vivir.

Resulta pues muy poco casual que en las leyes que Jehová entregó Moisés, después de los preceptos relativos a la relaciones del hombre con Dios, viniera inmediatamente el precepto de honrar padre y madre. El mismo precepto se encuentra en la escuela iniciática de Pitágoras, ocupando el mismo rango dice: "sé buen hijo, justo hermano, tierno esposo y buen padre. Como amigo elige a quien lo sea también de la virtud".

Entenderse con los padres es la primera dificultad a vencer en la vida de un individuo y del buen o mal resultado de esa prueba inicial dependerá gran parte del futuro de la persona. Mejorar relaciones con los padres debería ser, para todos, una consigna a seguir.

Kabaleb