La Rosa y la cruz (el símbolo Rosacruz)

La cruz es el símbolo del ser realizado, del que ha pasado por todas las fases de las experiencias humanas. Cuando este ser no era más que un cuerpo físico manipulado por la generación de los dioses, el símbolo de esta relación era una I. Un palo erecto que significaba que las fuerzas espirituales comunicaban con nuestro cuerpo material sin interferencias, dirigiéndonos como perfectos autómatas...

Cuando la generación de Luciferes (los llamados ángeles caídos) entró en actividad, para alimentar nuestro cuerpo de Deseos recién creado,, su corriente circular interceptó nuestra relación con la generación de los creadores u el símbolo de nuestras relaciones se escribió con una T. Por ello la cruz en forma de T está considerada con la cruz del diablo y es el signo del ser abocado exclusivamente hacia los placeres materiales.

Para liberarnos del círculo vicioso que representa para la humanidad la corriente circular de los espíritus de Lucifer, vino Cristo, un representante de la generación de los Dioses, a restablecer el contacto perdido y esta nueva forma de relación encuentra su símbolo en la cruz +. La cruz significa que se ha superado el primer periodo de dependencia total; que se ha superado también el segundo en el que el conocimiento se obtenía tan sólo por la vía de la experiencia y era preciso sufrir para descubrir, de rechazo, el bien; y que se está viviendo en el tercer periodo, de contacto con la espiritualidad, pero con la propia conciencia para decidir cómo realizar su obra.

La Rosa blanca que aparece en el centro de la cruz, es el emblema de la pureza primordial, de la etapa en que el ser humano era inocente, antes del pecado original, y a la que está destinado a volver, una vez superados los lazos de la pasión.

Esta pasión vencida está simbolizada por las 7 rosas rojas, colocadas en forma de corona alrededor del entrecruce de los maderos. Cada rosa representa uno de los astros de nuestro sistema solar: Mercurio, Venus, Luna, Marte, Júpiter, Saturno y Urano.

El rojo es el color de la pasión. Nuestra sangre es roja porque es una sangre apasionada y se dice que los nobles –no los titulados, sino los que poseen esa cualidad en su fuero interno- tiene sangre azul, porque ya no viven en estado de pasión.

Cuando consigamos eliminar la pasión de nuestros cuerpos, nuestra sangre ya no será roja porque no absorberá el color marciano de la pasión y ese color saldrá al exterior, coloreando los siete centros de nuestro cuerpo, que son la puerta de entrada de las energías provinentes de los siete planetas. Los hindúes conocen estos centros energéticos con el nombre de chacras.

Cuando en lugares correspondientes a los chacras aparecen unos estigmas de color rojo, es la señal de que las 7 rosas empiezan a florecer alrededor de la cruz de nuestras experiencias humanas, significando que las corrientes energéticas de los siete planetas que circulan en el interior de nuestro cuerpo, ya no absorben el color rojo y lo rechazan al exterior.

Cuando este fenómeno ocurre, del mismo modo que las rosas pierden sus pétalos y derraman su semilla pura a la tierra, para ser fecundada, también las manchas rojas desaparecerán del cuerpo para dar paso a un puro color blanco, marmóreo. Será señal que el adepto ha empezado a derramar su semilla espiritual para realizar en el mundo su obra.

La rosa y la cruz es pues el símbolo del obrero consciente que realiza su trabajo en la obra de la creación, superadas ya las pasiones, sin egoísmos y sin ambiciones personales, al servicio de los demás.

Kabaleb