Apocalipsis, el camino del conocimiento (1, 2ª parte)


12.- Al referirnos a las letras hebraicas, hicimos notar algo sobre lo cual se han manifestado repetidamente los cabalistas, y es la doble naturaleza del Aleph. Por un lado, es la fuerza universal que da vida a todo, es el chorro de la Voluntad de Kether, gracias a la cual el mundo existe cuando se interioriza en el Beith. Pero el Aleph puede significar la muerte cuando aparece de pronto en mitad de un organismo incapaz de soportar la explosión de vida que lleva consigo. Por ello se dice que el Aleph es Vida-Muerte-Vida. En el nombre divino de Sabaot, vemos que el Aleph aparece encerrado en mitad de las fuerzas que lo constituyen y, tal como lo vemos en los sucesivos capítulos del Apocalipsis, la llegada de Sabaot y el establecimiento de sus poderes supondría la Vida Eterna para unos y la Muerte para otros...

Juan Termina así su Introducción, con el anuncio de la llegada del Elohim-Sabaot, traducido convencionalmente como el Todopoderoso, en representación del primero y del último y de todos los Dioses-Estados intermedios que expresan los distintos Rostros de una sola divinidad.

13.- "Yo, Juan, vuestro hermano y compañero en la tribulación, en el Reino y en la paciencia de Jesús, hallándome en la isla de Patmos, por la palabra de Dios

y por el testimonio de Jesús, fui arrebatado en espíritu el día del Señor y oí tras de mí una voz fuerte, como de trompeta, que decía: Lo que vieres, escríbelo en un libro y envíalo a las 7 Iglesias: a Efeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia y a Laodicea".

Juan dice aquí que es nuestro hermano y compañero, o sea, alguien que pertenece a nuestra oleada de vida humana, no es un extraterrestre, ni un ángel, ni un luciferiano (oleada de vida angélica comandada por Lucifer). Es el compañero en la tribulación, el que ha vivido todo lo que nosotros estamos viviendo, ha pasado por la tribulación y ha alcanzado el Reino después de vivir la paciencia de Jesús, después de haber pasado por ese estado de paciencia que conduce a la isla llamada Patmos, esa isla a la cual llegó Juan "por la palabra de Dios y el testimonio de Jesús".

Los comentaristas del Apocalipsis piensan que Juan llegó a esa isla desterrado o perseguido por los enemigos de Cristo. En realidad Juan escribe desde un estado espiritual y aunque la isla griega de Patmos tiene una existencia física muy real, en esta crónica no se refieren acontecimientos reales sino hechos míticos, que tienen lugar en la naturaleza interna de cada individuo. En términos míticos, una isla es ese lugar mágico al que llega el héroe después de haber cruzado el Mar Filosófico que la rodea. (Es cuando conseguimos acuartelar nuestras emociones, facilitarles un espacio determinado y conseguir a la vez una estabilidad para poder trabajar nuestra personalidad profunda).

A propósito de este Mar, dice Dom Pernety en su "Diccionario Mito-Hermético": "El Mar de los Filósofos es bien distinto a esas aguas saladas en las que navegan los hombres que van en busca de las riquezas del Potosí. Su Mar se encuentra por todas partes y los sabios navegan por él con una tranquilidad que no altera ni los vientos ni las tempestades. Su Mar, en general, son los 4 elementos; en particular es su Mercurio; algunas veces la materia de la cual debe extraerse ese Mercurio. Es exponiéndose a ese Mar, lleno de escollos para el mal químico, que un gran número de entre ellos naufragan y pierden su fortuna corriendo tras un oro que no saben extraer de su mina".


14.- En la Mitología, son muchos los relatos en los que vemos a unos héroes que organizan una expedición naval para ir en busca del Vellocino de Oro, por ejemplo, que se encuentra en una isla, o bien para rescatar a una princesa, guardada por un feroz dragón. En nuestro Curso de Los Misterios de la Obra divina (que puede consultarse gratuitamente en el siguiente enlace: http://www.concienciacreativa.com/cursos/course/view.php?id=2) ya nos hemos referido al simbolismo del Mar Rojo, que cruzaran los israelitas para llegar a esa Tierra en la que recibirían el maná del cielo. El mar, con sus escollos y tempestades, constituye el escenario emotivo que el alma humana debe cruzar para llegar a esa mítica isla en la que se encuentra el tesoro. Allí, extraído el Mercurio filosófico, o sea, una vez en posesión de ésa Piedra en la que actúa Sabaot y sus ejércitos, estaremos en condiciones de oír la voz que Juan oyó.

Así, lo primero para convertirnos en el Juan de la Revelación, será cruzar el Mar de las Aguas Vivas sin naufragar, ese Mar en el que cada gota de agua es una emoción, y en el que cantan las sirenas de las aguas profundas, con sus voces mágicas que nos recuerdan felicidades pasadas, momentos entrañables de nuestra vida, de los que nos alejamos irremisiblemente. Muchos son los que, en ese crucero, se sumergen en esas Aguas, llevados por las maravillosas voces del abismo. Otros, como Juan, siguen el viaje y llegan a la isla. Él no iba a rescatar princesas ni a buscar tesoros. Fue allí por la palabra de Dios y el testimonio de Jesús.

15.- Dice que fue arrebatado en espíritu el día del señor. Los comentaristas concluyen que debió ser en domingo, y es bien cierto que el domingo está regido por el Sol y en ese día las vibraciones espirituales nos miran con más fuerza, pero para el que ha llegado a la mítica isla, después de haber cruzado sano y salvo el Mar Filosófico, se encuentra en un estado espiritual que puede ser llamado Día del Señor. En nuestra naturaleza interna luce imperturbable el Sol y hemos conseguido que sea Domingo todos los días de la semana.

El domingo representa una anticipación de lo que será el mundo futuro, nos da una idea aproximada del cambio que supone el pasar de uno a otro mundo. En efecto, mientras el judío vive el sábado literalmente doblegado bajo el peso de la ley, sin ni siquiera poder sacar el brazo por la ventana para ver si llueve, el domingo cristiano es un día de juegos, de gozos en el que todo el mundo deja paso libre a sus impulsos internos, y unos van a la playa, otros al campo, y se llenan los locales dedicados a la diversión. Con Jehová, su fiesta es la más restrictiva de la semana. Con Cristo llega el reino de la libertad.

Cuando hemos alcanzado nuestra libertad interna, cuando esa libertad ya no supone una amenaza para nadie, ya no entraña sometimientos u obligaciones para los demás, es señal de que nos encontramos en el Día del Señor y entonces nos vemos arrebatados en espíritu hacia otras realidades. Lo que ocurre en nuestra vida física deja de tener importancia y comienza la sublime visión de las cosas que están por venir.

16.- Oí tras de mi una voz fuerte, como de trompeta, dice Juan. También María de Magdala, ante el sepulcro vacío de Cristo, tuvo que volverse para ver al Señor resucitado. Ya hemos comentado ese episodio en nuestra "Interpretación Esotérica de los Evangelios". Cuando hemos avanzado por el mundo material hasta el límite en que es posible avanzar será solamente volviendo la espalda a lo que hasta entonces ha constituido nuestra realidad, que conseguiremos seguir avanzando. No se trata de volver a las andadas en un sentido material, retornando a situaciones ya vividas sino a volver la espalda al mundo material para adentrarnos en los mundos de Arriba, que están detrás para el hombre que recorre los Senderos de la Involución (cuando se baja por los senderos del Árbol de la Vida, de Kether a Malkuth), pero están delante para los ya iniciados en los Senderos Evolutivos (cuando se sube de Malkuth a Kether). A continuación nos dirá Juan que se volvió y fue entonces cuando su visión se hizo efectiva. A partir de aquí, ya encarado con el otro mundo, lo que describiría serían las realidades espirituales y no las físicas.

La voz fuerte, como de trompeta, le dijo que escribiera cuánto viese y que enviará el libro a las 7 Iglesias. Cada uno de nosotros, con nuestras vidas, vamos escribiendo el relato de lo que vemos-hacemos. Esa escritura queda en los Registros Akásicos (registros astrales en los que se consignan las experiencias vividas) y es nuestra aportación a la Obra del mundo. En nuestra situación actual, parte de lo que escribimos no puede subir, no puede figurar en esos Registros porque no es conforme a las prescripciones cósmicas, y se queda en los anales de ese otro depósito llamado Destino, al cuidado de unos Ángeles que lo custodian, los cuales, al volver nosotros al mundo material, nos inyectan parte de esa Escritura para que la rectifiquemos con nuestras acciones (es lo que comúnmente llamamos karma o darma.

Cuando ya no queda nada escrito en el libro del Destino, cuando los trazos erróneos han sido rectificados y hemos vuelto la espalda a todo lo que representan valores materiales, nos encaramos con la visión de otro mundo, y entonces es muy importante que no nos limitemos a ver y gozar del conocimiento que nuestra visión nos aporta, sino que lo escribamos en un libro, es decir, que lo consignemos, que lo instituyamos en los hechos de nuestra vida, puesto que cada uno de nosotros es la pluma con la que se escribe esa historia sagrada.

No se trata pues de escribir un libro para ser vendido en el comercio, si no de escribirlo con destino a los Archivos Akásicos, donde podrá ser consultado por todos los que se encuentran en el Mundo del Pensamiento y podrán imbuirse del Conocimiento consignado en sus páginas. A veces soñamos que estamos leyendo un libro de hojas amarillentas o doradas. Se trata de fragmentos de conciencia que nos vienen del Yo-Superior, de nuestro representante en el Mundo del Pensamiento, que es el que hojea los libros akásicos para buscar en ellos inspiraciones que trata de hacer llegar al que dirige las operaciones en nuestro mundo material.

17.- Para comprender realmente la dinámica de la Creación, es preciso que la historia nos sea contada por uno de los nuestros, uno que haya sido nuestro compañero en la tribulación, porque sólo él sabrá hacérnoslo entender. El Ángel o el Arcángel saben más de lo que va todo, pero no pueden comunicarnos las cosas con precisión. Nos hablan a través de los símbolos, nos inspiran, nos sugieren, pero siempre será más eficaz, a la hora de comunicar sus vivencias, uno de los nuestros, que uno que pertenezca a otra oleada de vida. Bien lo vemos en nuestros intentos de comunicarnos con la oleada de vida animal. Los animales domésticos han llegado a entendernos en muchas cosas, hemos conseguido comunicarles ciertas emociones, pero no podemos llevarlos a la comprensión de nuestro mundo.

El libro que ha escrito Juan es oscuro, pero éste que conocemos y comentamos no es más que la corteza, la cáscara del auténtico libro que Juan ha consignado Arriba, en el que figura el Pensamiento que originó esas palabras. Si no estamos en posesión de ese Pensamiento, puede que el texto nos parezca oscuro, pero si lo captamos, entonces sabremos sin lugar a dudas lo que quiso decir. Es más: en el curso de los siglos, Juan ha clarificado su Pensamiento, le ha dado más precisión, ya que lo Establecido en el Mundo del Pensamiento puede ser mejorado, y de hecho, los Arquetipos que allí existen, se perfeccionan sin cesar. Resulta así que no es lo mismo interpretar el Apocalipsis de Juan hoy que haberlo hecho hace mil años. Y, por otra parte, la captación del Pensamiento de Juan será más o menos amplia según el grado de percepción mental del individuo que lo está estudiando.

Juan abrió un camino a la comprensión del Reino que Cristo anunció. Otros lo han seguido después de él y, al andarlo, lo han ampliado, otros seguirán y su anchura se hará mayor, hasta que el estrecho camino se convierta en autopista por la que circule toda la humanidad.

18.- "Me volví para ver al que hablaba conmigo; y, vuelto, vi 7 candelabros de oro, y en medio de los candelabros, a uno semejante a un hijo de hombre, vestido de una larga túnica y ceñidos los pechos con un cinturón de oro. Su cabeza y sus cabellos eran blancos, como la lana blanca, como la nieve; sus ojos, como llamas de fuego; sus pies semejantes al bronce incandescente en el horno, y su voz, como el mugido de las grandes aguas. Tenía en su diestra 7 estrellas, y de su boca salía una espada de dos filos y su aspecto era como el Sol cuando resplandece en toda su fuerza. Así que le vi, caí a sus pies como muerto; pero él puso su diestra sobre mí, diciendo: No temas, yo soy el primero y el último, el viviente, que fui muerto y ahora vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del infierno. Escribe las cosas que has visto y las que son y las que han de ser después de éstas. En cuanto al misterio de las 7 estrellas que has visto en mi diestra y los 7 candelabros de oro, las 7 estrellas son los ángeles de las 7 Iglesias, y los 7 candelabros, las 7 Iglesias".


19.- En esta primera visión de Juan no queda la menor duda de que se encuentra en presencia de Aquel a quien sirvió hasta el pie de la cruz y que le confió a María, la Madre-Tierra, el Alma Humana regenerada. Pero se parece tan poco al Jesús que Juan conoció, que no lo hubiera identificado si él mismo no le hubiese revelado su personalidad. En la Tierra, Jesús apareció como el más humilde de los hombres. Pero en ese mundo que está a la espalda del material, Cristo aparece como un auténtico rey envuelto en asombrosos poderes.

Así es, como aparece Cristo en el Mundo de los Deseos, que es donde se sitúa su Reino y no tal como solemos imaginarnos que es por sus andanzas en la tierra. Los videntes que dicen muchas veces ver a Cristo y lo describen como un hombre de mirada bondadosa y barba negra, están viendo en realidad una imagen artificial creada por la imaginación popular.

En la visión de Juan, Cristo aparece ataviado con los 4 Elementos, trofeos que ha conquistado al vivir plenamente en cada uno de ellos. De su paso por la Tierra queda la túnica con el cinturón de oro que, como vimos, es el signo indicador de que el mundo inferior ha sido separado del superior. Las llamas de fuego de sus ojos, indican que el elemento Fuego ha sido convertido en luz. Recordemos que el símbolo de Sagitario, tercer signo de Fuego, es el Ojo Divino derramando sus rayos sobre las nubes del mundo. El Fuego ha sido la materia prima con la que ha sido fabricado el ojo humano. Su voz es como el mugido de las grandes aguas, dice Juan, lo cual indica que el elemento Agua daba timbre a su voz, configuraba el tono de su Palabra; es decir, los Sentimientos estaban presentes en esa imagen. Y de su boca salía una espada de dos filos, indicando así el elemento Aire que, puesto que, como ya sabe el lector, las espadas son el símbolo del Pensamiento-Aire, y así lo representan en el Tarot.

Sus pies semejantes al Bronce Incandescente, es una referencia a ese Mar de Bronce que Hiram Abiff (el arquitecto) no pudo realizar al construir el Templo de Salomón, y que sí realizó Cristo, o sea, esa obra magna que consiste en fundir los metales de nuestra Tierra Humana y extraer de ellos la quintaesencia experimental con la cual purificarnos y enriquecernos. Los cabellos blancos indican que la Voluntad Creadora que representan -recordemos a Sansón- ha sido purificada y es ahora tan blanca como la nieve.

Los 7 candelabros de oro que le rodean son, como el mismo personaje lo declara, las 7 Iglesias, es decir, los 7 planetas de nuestro sistema solar que han elaborado en la Tierra, como en los demás planetas, a 7 grupos humanos que forman esas Iglesias. Pero aquí los 7 son ya de oro, han llegado al estadio final de percepción y todos son iguales. Se reúnen esos candelabros en torno a Cristo, prefigurando la unión que un día tendrá lugar de todos los planetas con las oleadas de vida que en ellas evolucionan, trabajo que se desarrollará bajo los auspicios de Cristo. A su derecha están los Elohims que los rigen, simbolizados por las 7 estrellas. Todo ello significa que cuando el Día del Hijo, el Día de Hochmah haya terminado, todo el sistema solar formará un solo bloque y todos los seres tendrán el sentimiento de su unidad.

20.- Los de abajo, expertos en copias y falsificaciones del mundo de Arriba, lanzan por las regiones inferiores del Mundo del Deseo, copias de personajes sublimes, pero se ven en la imposibilidad de reproducir los valores que no dominan por no haberlos experimentado. Es por ello que la Cruz los obliga a retirarse, porque es el símbolo de los 4 elementos perfectamente conciliados, tarea que precisamente ellos no han podido llevar a cabo.

Por eso debemos tomar nota de la visión de Juan, porque esa imagen con todos los atributos de la Sabiduría, los de abajo no la pueden reproducir, y por esos atributos veremos si el Cristo que se aparece ante nosotros es el auténtico o es una copia sin valor, destinada a inducirnos en error. A su paso por la tierra, Cristo ya advirtió que circularían muchas de esas copias.

21.- Este primer capítulo del Apocalipsis tiene una relación con el Aleph, porque esta letra está presente en todo lo que empieza, pero también aparecen los trabajos del Tav, porque el Apocalipsis es un viaje hacia atrás, desde el mundo material hasta el Trono del Padre. Bien lo dice expresamente la voz que Juan oye antes de tener la visión: Yo soy el Alfa y el Omega, en el código hebraico: el Aleph y el Tav, nos elevaremos al sublime mundo que Cristo vino a anunciar y en el que Juan penetró, describiéndonos los pormenores de esa penetración del hombre en ese otro universo que nos espera.

22.- El más importante mensaje de este primer capítulo es quizá la indicación de que es preciso volver la espalda a las realidades que están ante nuestros ojos para pasar a vivir en el mundo sagrado. Esto no puede hacerse antes de que se haya cumplido nuestro tiempo. Mientras nos quedan cosas por hacer aquí, en el mundo físico, tendremos que permanecer en él y cumplir nuestro servicio. Ya hemos estudiado esta cuestión con bastante detalle al hablar de la dinámica de la Casa VI del Horóscopo, donde se encuentran consignados los trabajos humanos que obligatoriamente debemos llevar a cabo. Mientras nos quedan deudas a pagar, las tareas ya se irán presentando ante nosotros de una forma natural y las reconoceremos perfectamente. Cuando ya no suceden cosas, cuando nadie nos llama ni nos reclama, cuando ya nadie depende de nuestro trabajo, es hora de volver la vista hacia atrás. Los de Arriba, los que nos siguen, nuestros custodios, ya nos avisan de mil maneras de que, para nosotros, el espectáculo ha terminado.

Recuerdo a alguien que conocí en otra época, uno de los nuestros, de los que combaten con la divinidad como Jacob con el ángel, me decía: ¿Porque será que cada vez que voy al cine, se me sienta detrás un individuo que parece complacerse en moverme el respaldo con sus pies? Me cambio de butaca, me voy a las filas delanteras, donde no hay nadie, y no tardan aparecer detrás de mí otro que me mueve sin cesar el asiento. Vuelvo a cambiar, y vuelta empezar. Cuando por fin me vuelvo y me encaro con el espectador, pensando encontrarme a uno de esos jóvenes desaforados que tanto abundan hoy, me veo con la sorpresa de que es alguien de aspecto inmejorable, que me pide humildemente perdón por no haberse dado cuenta de que estaba molestando.

Este hombre, cuando iba por la calle, siempre veía reclamada su atención por algo que sucedía detrás, explosiones, ruidos, altercados. Entonces no supe darle una explicación a su problema. Si fuera ahora, le diría: Esto te indica que debes volver la espalda y presentar atención a lo que hay detrás de ti, como lo hace Juan en este inicio de su relato.

Sepamos reconocer nuestro camino y si delante de nosotros no sucede nada, si ha desaparecido de las gentes que tenemos delante la fraternidad, la solidaridad, si nos cuesta conseguir que nos hagan caso, que nos llamen, que nos escriban, que nos expresen la amistad y el amor, es señal que para nosotros la función ha terminado en este mundo físico. Volvámosle la espalda y detrás encontraremos ese calor que en vano estamos buscando.

Kabaleb