Todos los caminos conducen a la cima

(Foto Steve Carter) El peregrino que busca, según su nivel espiritual y sus afinidades interiores, encuentra de pronto una escuela y se dice: he descubierto la verdad.

A partir de entonces, tiene tendencia a considerar los demás grupos y sus maestros como gente equivocada, incluso como farsantes. Es un error en el que no se debe caer...
La montaña de la verdad tiene infinitos caminos. La base de la montaña es ancha y desde un sendero, no pueden verse los demás caminos que suben. A medida que el aspirante asciende por esa peña, se va dando cuenta de cómo otras veredas confluyen en esa senda en la que él se encuentra. Y cuando ha coronado ya una cierta altura, entonces ve con evidencia como los que él consideraba como descarriados, no hacían más que afluir, por un camino distinto, hacia la misma cumbre.

La misión de los maestros reside en recoger todas las aspiraciones que laten en personalidades que no son perfectas. Si a esas personas se les exigiera de buenas a primera una total perfección, se lo repensarían y concluirían probablemente que ya están bien donde están. Para facilitarles el acceso, es preciso que existan muchos grupos, y mientras en uno se permite todo menos fumar, en otro se permite todo menos beber, o menos comer carne.

Es a medida que se va adentrando en la cuesta que el peregrino tropieza con nuevas prohibiciones, que ya no son tal, porque progresivamente su naturaleza va conquistando la inapetencia.

Es preciso pues que los estudiantes de las ciencias herméticas no se muestren dogmáticos al juzgar a sus compañeros de otro grupo; es preciso que no consideren que la falta de una determinada virtud, preconizada por determinado maestro, excluye a los que no la practican del banquete del conocimiento trascendente.

Es preciso que eviten el orgullo que da el conocimiento cuando se adquiere en dosis modestas, porque el orgullo tiene la virtud de parar en el acto al candidato. El orgullo genera el desprecio y la indignación hacia los que no cabalgan a su mismo ritmo, y es el indicio más certero de que han aprendido de la enseñanza las palabras, pero no han asimilado el espíritu.

Kabaleb