Apocalipsis, el camino del conocimiento (8, 1ª parte)

1.- "Cuando abrió el séptimo sello, hubo un silencio en el cielo por espacio de media hora" (Apocalipsis 8-1).

Los que viven en contacto con la naturaleza conocen esa calma que precede a la tempestad, la detectan y saben que la tempestad va a enseñorearse de los cielos cuando aquel apacible silencio toque a su fin. Ese proceder de la naturaleza se encuentra programado en todas sus gesticulaciones, y cuando el mundo en que vivimos esté próximo a su destrucción, habrán cesado las guerras, los hombres se entenderán, el porvenir parecerá ensueño... Las gentes comerán, beberán, sexearán, se entregarán a sus prácticas perversas diciéndose que aquello es lo saludable, lo moderno, lo que rejuvenece, y estarán más convencidos que nunca de que el mundo carece de reglas trascendentes, carece de finalidad, y que es el hombre mismo quien se ha inventado una divinidad para conjurar su miedo al vacío; pero he aquí que ese ser humano ha llegado a la edad adulta y ahora ve claramente que la Vida empezó con un choque casual entre dos moléculas, o algo así.

2.- En la Lección 6ª hemos visto como al abrirse el sexto sello comienza la hecatombe en la Tierra y como los reyes, los poderosos, los magnates quedan sepultados en su entraña. Hemos visto después que los mensajeros del Nuevo Mundo detienen ese proceso destructor

para proceder al recuento de los justos. Nada como la catástrofe para que la humanidad tome conciencia de lo eterno que hay en ella. Y, en efecto, tras la conmoción sufrida al abrirse el 6º sello los habitantes del planeta corren en tropel hacia el otro universo y son muchos los que poseen el mítico número 12 de la salvación. Gracias a éstos, una multitud incontable, que vivía en la Tribulación pasa igualmente al otro universo.

3.- Pero permanecen en el viejo mundo muchos que, después de haber capeado el temporal, salen de sus refugios dispuestos a reanudar su vida como si nada hubiese ocurrido. Son esas gentes que nada aprenden, por más que la naturaleza gesticule. Así podemos ver que cuando una presa se desmorona y el agua que aprisionaba siembra la muerte en la región, allá van los ingenieros dispuestos a reconstruirla en el mismo lugar, diciéndose que aquello ha sido casual, debido a esto o aquello, sin que se les ocurra pensar que la naturaleza pueda haberse sacudido de encima un yugo que la molestaba, que era contrario a su discurrir, y que aquel "gesto" puede repetirse.

Los Arcángeles de Hochmah, decíamos en el capítulo anterior, suben por el lado del Sol Naciente para detener la marcha inexorable del Tiempo, y ahora vemos que se produce otro interludio, como de media hora. ¿Qué puede dar esa media hora cósmica traducida en tiempo profano? La imprecisión de Juan en este punto no nos permite precisarlo. Diremos que se trata de un corto espacio de tiempo, quizá medio siglo.

En este período de tiempo sólo vivirán en la Tierra las almas de los que no han sido marcados con el sello de los siervos del Nuevo Dios. Tampoco estarán en ella la muchedumbre que, procedente de la Tribulación, alcanzó el Trono y se lavó con la sangre del Cordero.

Estarán en el mundo los condenados, los que, de no hacer algo, se encontrarán con la catástrofe y, si mueren en ella, ya no podrán renacer en el nuevo universo como agentes activos, sino como sujetos que no tendrán acceso a las tareas de gobierno y ya no podrán ser dioses creadores cuando los pioneros de la Oleada de Vida Humana reciba las riendas del poder. Serán los Mensajeros, los Subalternos, los que formarán el Coro, ese coro que aparecía en las tragedias griegas y que repetía ciertas frases pronunciadas por los héroes para darles énfasis.

4.- Que quien tenga oídos, oiga, como solía decir Jesús. Ya que el Apocalipsis no sólo nos describe el final de un mundo y el comienzo de otro, sino que nos indica el papel que jugarán en ese nuevo universo los elegidos y los otros, los que sean carne de catástrofe. Si se tratase tan sólo de pasar un mal trago, éstos que permanecen en la Tribulación podrían decir "Bueno, lo vamos a soportar". Pero no se trata sólo de esto, sino de ser los monos del nuevo universo, o de seguir siendo los Hombres, cuando ser Hombre empezará a ser interesante, porque será cuando de verdad ejerzamos tareas creadoras. Hablamos de monos para acentuar el contraste y hacer más clara la comparación, pero nuestros estudiantes ya saben que los monos constituyen el último eslabón de la Oleada de Vida Humana; que forman el primer grupo que se quedó atrás en el 1er Día de la Creación y, por consiguiente, los Retardados de la última hora no tendrán en el nuevo universo la condición de simio en nuestra actual Tierra, pero sí formarán parte de la clase inferior y se verán desposeídos de todo mando.

En el nuevo universo tendrán oportunidades para recuperar sus galones, pero les será más difícil hacerlo, dadas las condiciones en qué vivirán. Es mucho más fácil entrar ahora en el grupo de los Elegidos o en el de los salvados por ellos.

Decíamos en el capítulo 6, que en el 3er Milenio se producirá la exteriorización de la doctrina Crística y, por consiguiente, la dinámica cósmica descrita en el Apocalipsis habrá empezado, puesto que el universo crístico, el de Hochmah, se exteriorizará, caerá literalmente sobre el de Binah, ése en el que ahora vivimos. En el momento de escribir este texto -1983-, nos encontramos a 17 años de ese 3er Milenio y por lo tanto, los que trabajamos con espiritualidad estamos ya en pleno Apocalipsis, y debemos comportarnos como se comportan los que aparecen en la visión de Juan.

Hemos visto en el capítulo anterior que el primer gesto de los Marcados con el Sello, ha sido el de salvar a los que estaban en la Tribulación. Es algo que se ha producido automáticamente: apenas los siervos del nuevo Dios han sido sellados, Juan ve la muchedumbre incontable que asciende al Trono, procedente de la Tribulación. Ya hemos explicado el mecanismo de este proceso. Si la columna de la Derecha es la del Amor, de la Sabiduría, del Don de Sí, es evidente que al potenciarla con nuestra Voluntad, ponemos en marcha sus Atributos que son como esas redes que los Apóstoles de Cristo echaban por el lado derecho de sus barcos, pescando gran cantidad de peces. Pescar todo lo que se encuentra en afinidad con el Reino de Cristo, tal ha de ser nuestro Trabajo desde ahora mismo.

5.- Y hemos de arrojar nuestras redes, principalmente en dirección a los peces gordos de nuestra sociedad, a los que se encuentran en los más altos escalones del poder mundano, porque ellos son los más vulnerables, los que más fácilmente se quedarán en la Tribulación en la hora final.

En efecto, a lo largo de estos estudios hemos visto como las figuras sociales, en el comienzo de cualquier programa, son muy modestas. Se empieza siempre siendo el Botones de aquella empresa en la que, con el correr de las encarnaciones, seremos los Presidentes Directores Generales. O sea, que edificamos pacientemente aquello sobre lo cual un día reinaremos. Es natural pues que amemos y veneremos aquello que tanto sudor, tantas humillaciones nos ha costado levantar. El hombre que sea rey, ministro, presidente, director general a la hora de la transición, se encontrará como ese niño al que se le arrebata un juguete cuando empezaba a divertirse con él. Si esto le hacemos a un niño, provocaremos su rabieta, y lo mismo ocurrirá con un magnate de la sociedad, el cual se dirá inconscientemente que bien podrían haberle dicho que aquello iba a derrumbarse cuando era el botones y no ahora que es su director general. Los grandes de la sociedad tienen más motivos para rechazar el cambio que los modestos, y es por ello que deben ser objeto de nuestra asistencia y de nuestra atención.

La muchedumbre que asciende hacia el Trono procedente de la Tribulación, lo hace sin duda porque estaba cerca de los Sellados. Sobre los que están cerca debemos arrojar nuestra red y, sabiendo que tenemos que hacerlo así, sólo nos faltará definir el exacto significado de "estaba cerca". En primer lugar encontramos a nuestros familiares, a esos con quienes nos hemos visto vinculados con lazos de sangre. Muchas veces no nos entendemos con ellos porque no son las afinidades que nos han llevado a unirnos, sino viejos lazos kármicos de odio y de horror. Pero no olvidemos que el odio es la puerta baja del Amor y que es un hilo conductor seguro hacia ese Amor que no pudo manifestarse por la vertiente positiva. Ellos son principalmente los que tienen derecho a saber lo que nosotros sabemos y, conociéndolos, podemos suministrarles la enseñanza adaptándola su capacidad de comprensión.

Todos los que viven en nuestra proximidad física forman parte de esa muchedumbre que está cerca. Pero cerca están también aquellos con los que coincidimos emotivamente o mentalmente. Los que suscitan nuestro interés por haber leído un libro, un artículo, por haberlos visto en un programa de TV, o en el cine, el teatro, etc.; éstos tienen derecho a nuestra asistencia y es sobre ellos que debemos arrojar nuestra red.

6.- Tenemos ya el Apocalipsis encima, decíamos; nos encontramos en pleno tránsito y, del mismo modo que ciertos Elegidos no han esperado la hora final para incorporarse al Reino, también algunos se han condenado a vivir como postergados en el nuevo universo antes de que la decisiva tría haya tenido lugar. Ese silencio del cielo, después de las catástrofes iniciales; ese silencio como de media hora que, como decíamos, precede a la gran tempestad, muchos lo están viviendo en el secreto de sus almas. Que esto sea así lo atestigua lo llenos que están las consultas de los psicoanalistas, sobre todo en los países "adelantados", donde los atribulados buscan soluciones a sus perversiones mentales. "¿Qué le pasa a usted?", les pregunta el doctor. "Pues que siento deseos de matar a mi padre", dice el paciente. O "Siento deseos imperiosos de acostarme con mi madre" O "He abandonado a toda mi familia porque no eran presentables en la nueva posición social que ocupo", etc. Entonces el psicoanalista les dice que aquello es muy normal, que su problema reside en un estar atados a una moral vieja, que rechaza como malas ciertas cosas que son naturales y que debemos aceptarlas. "Lo que le pasa a usted es que no se asume. Asúmase hombre, cualesquiera que sean sus deseos o sus actos". Si logra convencer a su paciente, se produce la curación, pero sólo por un tiempo. Durante ese tiempo, podemos decir que el Alma que ha aceptado como naturales sus perversiones vive ese silencio del cielo, durante el cual todo vuelve a funcionar en su psique con normalidad. Después, como el psicoanalista actúa sobre supuestos falsos y la moral no es arbitraria, sino que esconde en sus reglas el funcionamiento de las leyes naturales, el cielo pone fin a su silencio y se desencadena de nuevo la tempestad. A todos los atribulados les es concedido ese silencio, y ojala pudiera servirles para reflexionar y embarcarse hacia la otra orilla.

7.- "Después de esto, vi siete ángeles que estaban en pie delante de Dios, a los cuales fueron dadas siete trompetas. Llegó otro ángel y púsose en pie junto al altar con una pala de oro, y fuéronle dados muchos perfumes para unirlos a las oraciones de todos los santos sobre el altar de oro que está delante del trono. El humo de los perfumes subió, con las oraciones de los santos, de la mano del ángel a la presencia de Dios. Tomó el ángel la pala y la llenó del fuego del altar y lo arrojó sobre la tierra; y hubo truenos, voces, relámpagos y temblores. Los siete ángeles que tenían las siete trompetas se dispusieron a tocarlas. (Apocalipsis VIII, 2-6).

8.- Encontramos en esta secuencia la descripción de un proceso anímico, al igual que los demás puntos de la crónica sagrada. Aunque ya lo hayamos dicho y repetido, conviene no olvidarlo a fin de no perdernos en el dédalo de la historia interna.

Los sellados ya están en la otra orilla y con ellos los atribulados que ascendieron al Trono. Para ellos la historia de este mundo ha terminado. Quedan los que no han podido pasar. En éstos, en sus naturalezas internas, después de haber vivido el Silencio del Cielo, o silencio de sus respectivos Egos, que aguardan la actitud que los dirigentes de sus vehículos mortales van a tomar, he aquí que aparecen los siete ángeles que se ponen en pie ante el Trono de Dios.

Ya sabemos que los Ángeles, como las demás fuerzas que actúan en nuestros Vacíos Internos, están al servicio de nuestra Voluntad y nos facilitan las energías que necesitamos para llevar a cabo nuestros propósitos. Si la Voluntad que nos mueve es profana, si emana de los múltiples Señores que, en un momento dado, se calzan la corona de nuestra vida, los Ángeles se inclinan ante ésa Voluntad, siempre que les pida algo que, por su naturaleza, puedan dar. Si no lo pueden, ellos mismos llaman a las Fuerzas de abajo para que tomen a su cargo el cliente y busquen en sus legiones, la Entidad capaz de proporcionarle aquel tipo de energías.

Aquí vemos a los Ángeles ante Dios, lo cual significa que vuelven la espalda a la personalidad mortal y se ponen a las órdenes del Ego.

En ese punto del camino es evidente que el Ego tiene grandes problemas con su parte material, puesto que si no fuera así, ésta ya estaría en el otro lado, con el pelotón de los avanzados. El Ego se dispone pues a actuar autoritariamente con sus múltiples personalidades mortales y, para ello, arma a sus siete ángeles con una trompeta.

Ya vimos que la trompeta, en el lenguaje mítico, es el instrumento que produce vibraciones en la naturaleza interior, que la despierta, la arranca del sueño ancestral y la pone en situación de pasar revista. Esos siete Ángeles representan a los siete Centros de Vida que conocemos con el nombre de Séfiras y que actúan en todos los estadios de nuestra naturaleza. En el Árbol Cabalístico los encontramos alineados desde Saturno hasta la Luna.

9.- Antes de que cada uno hiciese resonar sus trompetas, aparece un nuevo Ángel con una pala de oro, sobre la cual se acumulan los perfumes que le fueron dados para unirlos a las oraciones de los santos y derramarlos sobre el altar de oro situado delante del trono. Ciertos traductores han convertido la pala en un incensario, lo cual desvirtúa el significado de esa secuencia.

En los trabajos de construcción tal como se realizan aún hoy en día, la pala sirve para elevar los montones de materia prima y cargarlos en camiones o meterlos en el agujero de esos artefactos que fabrican gravilla (hormigonera). La pala toma los materiales a flor de suelo y los eleva, y es esta función de la pala lo que nos permitirá comprender esa secuencia. Es decir, aparece en la naturaleza de este hombre que va a vivir la prueba, una fuerza que eleva hacia el Ego los materiales procedentes de la naturaleza inferior del individuo; ese tipo de materiales que, por ser lo que son, merecen ser elevados. Por ello el mismo utensilio, elaborado por el propio individuo -ya que si no se ha creado los mecanismos internos que propician esta elevación, nada podrá ser transportado al Trono del Ego-, es de oro.

O sea, esta persona que va a ser sometida a dura prueba por su Ego, no tiene las manos vacías. Algo hay en él de valioso para su Ego, y sus Fuerzas Internas lo ponen de manifiesto.

Esta pala recibe muchos perfumes, y las oraciones de todos los santos. Esos perfumes son el aliento de todo lo noble, hermoso y conforme a la dinámica cósmica que esta persona ha realizado, procedente de ahí donde sus flores han crecido. A esos perfumes se unen las plegarias de los santos. Santos son aquellos que reflejan de manera perfecta el gesticular del cosmos, sin que sus naturalezas produzcan ninguna distorsión en la marcha del universo. En ellos ha desaparecido la realidad material de la columna de la izquierda y son repetidores cósmicos que proyectan a nivel humano las energías que fluyen de la columna de la derecha. A través de su pensamiento y de su deseo se expresa la Bondad Divina y su plegaria ensarta todo lo que encuentra de meritorio en los mundos y lo conduce al Altar.

10.- Vemos que los perfumes y las plegarias suben al Trono de Ego-Dios y que el Ángel llena su pala de oro con el Fuego del Altar y lo arroja sobre la Tierra Humana del individuo. De esta Tierra salen truenos, voces, relámpagos y temblores, o sea, produce una gran conmoción, semejante a la que se produjo en la Tierra cuando recibió el espíritu de Cristo.

Ya sabemos que el Fuego es el elemento primordial, procedente de Kether. Mientras Binah administra el mundo, nos lo inocula en forma de Aire, ya que el Fuego no puede ser asimilado en su estado natural. Por ello decimos que los nacidos bajo signos de Fuego actúan de una manera inconsciente. Se quemarían si supieran lo que el Ego les pide, y para subsistir, se hacen los desenterados. Cuando hay mucho Fuego en un tema de nacimiento, la persona se manifiesta como alocada, es el Loco de Dios, inconscientemente al servicio de un Ego que lo utiliza para trabajos cuya finalidad y utilidad él mismo ignora. Cuando los planetas se sitúan al principio de los Decanatos, en signos de Fuego, esa Locura ya es incontenible y la persona será la Gran ejecutora de la política del Ego y nadie verá como realmente es. Por ello debemos tomar esos seres bajo nuestra protección y convertirnos en sus escuderos incondicionales, pagando la factura de sus locuras por grandes que éstas puedan ser. Son individuos que han recibido una paletada de Fuego de sus Egos y de su naturaleza humana salen truenos, relámpagos, temblores, pero también voces. Escuchémoslos porque en sus discursos aparentemente incoherentes encontraremos el mensaje de sus Egos y en su Fuego hallaremos nuestra Luz.

En este período de transición violenta, cuando los Vientos de Binah ya se han retirado o están a punto de hacerlo, los que aún permanezcan anclados en el viejo mundo, recibirán de sus Egos esa paletada de Fuego que ha de producir forzosamente una reacción.

11.- Hubo truenos, voces, relámpagos y temblores, dice la crónica, cuando los de abajo recibieron la paletada de Fuego Sagrado procedente del altar del Ego. Esto es lo que se llamaría en términos taurinos diversidad de opiniones. No todos los que reciben la paletada reaccionan de la misma manera y mientras para unos representa el relámpago salvador, que los ilumina en su noche oscura, para otros no es más que un ruido amedrentador, algo que inspira temor en el momento mismo, pero después se dice: "Ya está, ya ha pasado", y el individuo vuelve a lo suyo. Otros experimentan un temblor, es decir, sus naturalezas se conmueven y ésa puede ser la conmoción salvadora. Otros dan voces, o sea, sale de ellos una respuesta coherente.

Decíamos en el punto 8 que el Ego actúa autoritariamente con su personalidad de abajo, pero tengamos en cuenta que antes de derramar la paletada de Fuego, el Ego ha respirado los perfumes procedentes de abajo, a los que se han unido las oraciones de los santos. De algún modo la personalidad mortal ha pedido a su Ego la paletada de Fuego.

Esto no ocurre solamente en la hora final. En el curso de las vidas, la personalidad mortal embriaga a veces al Ego con un olor tan intenso, que éste autoriza al Ángel a descargar sobre el de abajo una paletada de ese Fuego Sagrado. Ocurre entonces que en una nueva encarnación el individuo se encuentra con un cúmulo de planetas en Aries, el signo a través del cual el Fuego Celeste es arrojado a la Tierra Humana. Y vemos así en nuestro mundo como esos hombres, sobresaltados por un Fuego que no consiguen canalizar, se agitan, relampaguean, echan truenos o voces, movidos por una divinidad interna cuyas realidades no consiguen expresar razonablemente.
Kabaleb (Apocalipsis)